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  • OndaCero
  • Publicado: 02/04/2025
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Monólogo de Alsina: "Al tercer día, rectificó"

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Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre la rectificación de María Jesús Montero ante sus declaraciones frente a la presunción de inocencia.

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Montero rectifica

A la espera de que Donald Trump ponga hoy el huevo —el mega huevo proteccionista de los aranceles con los que viene amenazando, y mareando, al resto del mundo desde hace dos meses—, celebremos que en España se haya obrado el milagro de que una dirigente política, que a la vez que gobierna el país lidera la oposición en Andalucía (y prácticamente vive ya en Sevilla), haya pedido disculpas por decir una insensatez. María Jesús Montero. Le preguntaron anoche si pudo equivocarse cuando dijo que era una vergüenza que la presunción de inocencia esté por delante del testimonio de quien acusa.

Si mis palabras no fueron las correctas. Bueno, no es que no fueran correctas, es que fueron una aberración. No hace falta ser jurista para saberlo. Bien está que rectifique, aunque sea con tanto condicional previo y después de haber imputado al PP haberla tergiversado. Habrá quien diga, y no le faltará razón, que cuando tardas tres días en corregir lo dicho y sólo cuando se ha hecho evidente que le has creado un problema al gobierno del que eres número dos y has sido reprobada por la judicatura y la abogacía la rectificación puede sonar poco sincera, pero es rectificación al fin y al cabo y como tal debe ser recibida. Y aplaudida.

Lo siguiente sería disculparse con las juezas del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña a las que hizo pasar poco menos que por personas insensibles ante el sufrimiento de la víctima, ignorantes de la perspectiva de género y sometidas a la voluntad de los poderosos y famosos. Sin ánimo de empañar su paso atrás, recuérdese que la tesis completa de María Jesús Montero fue ésta: famosos que, por el hecho de serlo, poderosos y con dinero, se pueden permitir un abogado tan listo que, al parecer, embauca a las cándidas juezas de un Tribunal Superior de Justicia. Quiero decir que el desdén no fue sólo a la presunción de inocencia, fue al trabajo de una jueza de apellido Vivas, ponente de la sentencia, tan comprometida, al menos, como la ministra en la erradicación de la violencia machista y con tanto currículum, al menos, como ella en la lucha por la igualdad y la perspectiva de género. Qué fácil es pensar que las demás son peores que tú.

Para este tribunal la elección estaba entre condenar al acusado, teniendo dudas sobre la solidez de la prueba, o exonerarle a riesgo de dejar sin castigo un delito. Cuando se dice que el nuestro es un sistema garantista se trata, precisamente, de esto. En caso de duda, entre condenar injustamente a un posible inocente o absolver injustamente a un posible culpable, el sistema garantista escoge lo segundo. Porque entiende que meter en prisión a alguien que a lo mejor es inocente es más duro que dejar en la calle a alguien que a lo mejor es culpable. Aunque pueda parecer lo contrario escuchando a algunos gobernantes, sucede que los jueces y las juezas suelen tener más dudas que estos políticos tan seguros siempre de quién merece condena, quién absolución, quién indulto y quién, amnistía. Se ha convertido en un lugar común decir que las sentencias pueden criticarse —sólo faltaba— pero la crítica, para que tenga alguna utilidad, debe empezar por asumir lo que la sentencia dice. No lo que a cada uno de nosotros le gustaría que hubiera dicho.

La jueza Vivas explica muy bien su sentencia (precisamente por lo bien que lo explica es por lo que se puede discrepar racionalmente de su criterio). El ministro Marlaska, sin embargo, que como juez pudo haber explicado ayer mismo los fundamentos jurídicos de esa sentencia, no lo hizo. Pudo habérselos explicado a los periodistas allí presentes, a la portavoz desconcertada y a la vicepresidenta mitinera. Y no lo hizo. Respeto a las resoluciones judiciales. Para evitar toda esta polémica habría bastado con que el gobierno se hubiera abstenido el viernes y el sábado de agarrar la sentencia absolutoria como munición mitinera. Y que María Jesús Montero hubiera renunciado a presentarse ante su amado público como adalid desencadenada de la justicia frente a estas juezas miopes, defectuosas y retrógradas.

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